
De vez en cuando iré colocando algún cuento zen que nos haga pensar y disfrutar (ojo, estas dos acciones no son incompatibles) un poco.
"Budoken, gran maestro (shihan) de sable, recibió un día la visita de un colega. Con el fin de presentar a sus tres hijos, y mostrar el nivel que habían alcanzado siguiendo sus enseñanzas, preparó una pequeña estratagema: colocó un jarro sobre el borde de una puerta de modo que caería a aquel que entrara en la habitación.
Sentado con su amigo frente a la puerta llamó a su hijo mayor. Cuando este se encontró delante de la puerta, se detuvo en seco.Después de haberla entreabierto cogió el vaso antes de entrar. Entró y cerró tras él, volvió a colocar el jarro y saludó a los maestros.
- Éste es mi hijo mayor, ya ha alcanzado un buen nivel (dan) y va camino de convertirse en maestro.
A continuación llamó a su segundo hijo. Este deslizó la puerta y comenzó a entrar, esquivando el jarro por los pelos atrapándolo posteriormente al vuelo.
- Éste es mi segundo hijo, aún le queda un largo camino (do) por recorrer.
El tercero entró precipitadamente y el jarro le cayó pesadamente sobre el cuello, pero antes de que tocara el suelo desenvainó su sable y lo partió en dos.
- Y éste es mi hijo menor. Es la vergüenza de la familia, pero aún es joven.
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